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TODO EN FAMILIA

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Llegamos por fin después de pasar por varias horas de carretera entre el carro. Estábamos cansados de verdad pero es que el paseo familiar de fin de año es el evento que nadie se quiere perder y menos yo, porque es allí en donde me veo con mis primos y puedo compartir con ellos momentos que de otra forma no se darían.


Mi familia no es muy grande, no es numerosa pero si somos muy cariñosos. Estamos regados por toda Colombia. El paseo de este año fue a la Tebaida en Quindío, un paraje cálido de un clima espectacular, mucho color verde en medio del Eje Cafetero.


Mi papá, quien es el cerebro de toda esta operación familiar, alquiló una finca para pasar el año nuevo y escapar un poco a la feria de Cali.


Llegamos, como les decía, primeros a recibir la casa, acomodar las cosas y demás.


A la mañana siguiente pude ver esta casona de pérgolas y balcones, muy blanca de verdes rejas. Un jardín amplio, asador y piscina, una muy bonita vista al valle del río La Vieja y el olor a naranjos entrando por doquier. Es espectacular.


Mientras mi mamá y yo terminábamos de desempacar los cachivaches de la cocina sentimos el arribo de mi otro tío, el hermano mayor de mi papá, y su familia. Llegaron los primos de Bogotá, llegó Manuel.


Que pena, yo en camiseta, vestido de baño y chanclas. Manuel se bajó del carro, saludó a mi padre y a mi madre. Me miró. Hola, me dijo y me abrazo…has crecido me dijo riéndose. Hace 5 años no nos veíamos, yo le conteste; tu tambien.


Por la noche mi mamá hizo su tradicional asado. Comimos, nos tomamos unos rones, cantamos…en fin, nada diferente a la reunión típica de familia.


Tarde en la noche caminaba hacia mi habitación, después de acostar a mi hermanito, cuando sentí a Manuel cantando en la ducha, mi curiosidad pudo más que mi pudor y me asomé. Lentamente escalé el pequeño muro de piedra teniendo cuidado de no caerme.


Lo vi, estaba a plenitud bajo la tenue luz del baño. ¡Qué hombre tan lindo! Su cuerpo firme denotaba su reciente paso por el ejercito…su tatuaje, sus brazos, su pecho velludo, su espalda como mesa de billar, sus piernas fuertes…esa piel morena, su, su… todo, papacito.


No estoy segura si Manuel me vio o sintió que lo observaba, pero al otro día no me decía prima sino Marcela, mi nombre, y por la tarde, luego de la piscina y el juego de ping pong ya era Marce.


Los días pasaron y recordaba ese cuerpo, no podía dormir pensando en él, en lo que sería capaz yo de hacer con ese hombre bajo mis piernas, sobre mi, dentro de mi.


El 2005 se acabó y entre champagne y abrazos despedimos el año. Manuel me abrazó fuertemente y me besó en el cachete, yo sentí que me derretía, que me iba…


La última noche en la finca Manuel y yo nos quedamos conversando acerca de la U, de su novia en Bogotá, de mi novio en Cali… hablamos mucho, los demás se fueron a la cama para madrugar al otro día a coger carretera.


Entre palabra y palabra nos acercamos, sus manos acariciaron mis antebrazos mientras yo jugueteaba con su pelo. Has cambiado mucho, me dijo mirándome a los ojos, estas muy linda. Tu tambien, le conteste. Me agarró la cara con sus dos manos, me dio un pico y se levantó de la silla. ¿Eso era todo? ¿Un piquito sencillito y ya? No lo creo.


Veni, Manuel, le dije susurrándole, acompáñame… Caminamos agarrados de las manos hasta perdernos en la sombra del estadero, nos sentamos en las asoleadoras de la piscina, el en una y yo en otra. El deseo me consumía pero la moral me atajaba. Manuel y yo solíamos bañarnos juntos cuando éramos niños, era casi un hermano.


Me levanté y me arrunché a su lado. Él se acomodo y estaba visiblemente excitado, le quité la camiseta y empecé a besarle el pecho. Trató de decirme algo, pero no lo dejé, pues mi lengua invadió toda su boca y mis dientes se hicieron dueños de sus labios.


Me quité mi camiseta y el sostén. Marce, me dijo, pero después guardó silencio mientras sus manos acariciaban mis senos y su boca se saboreaba mis endurecidos pezones. A este punto ya no sentí moral alguna, esto es normal entre primos, pensé.


Su pantaloneta a duras penas y podía contener a su miembro. Mientras nos besábamos procuraba rozarle con mi cuca su pene lo más que pudiera, empezamos a gemir, a jadear. Me volteó con gran fuerza, quedé boca arriba sobre él, me metió la mano bajo mis pantys, empezó acariciarme el clítoris mientras lamía mis orejas y mi cuello, me metió sus dedos y pudo sentir lo mojada que estaba, lo dispuesta para él.


Se levantó rápidamente y me tendió sobre la silla, me quitó el resto de mi ropa y empezó hacerme sexo oral, las estrellas brillaban sobre mi cabeza y entre mis piernas su lengua poderosa había encontrado el punto justo. Se levantó y no lo dejé, lo agarré por la cintura.


Se quitó la pantaloneta y me dejó su verga erecta en la cara, la cogí con mis manos cuidando que en una de ellas quedaran sus huevas…me lo metí a la boca y se lo lamía de arriba abajo… pude ver en su rostro que disfrutaba cada momento.


Me puse de pie lentamente mientras con mis manos jugueteaba con su pene, me volteé, me lo puse entre las nalgas, nos movimos en sincronía absoluta, me incline un poco hacia delante y con sus manos sobre mi espalda me penetró… ¡Ahhh, que delicia!


No pasó mucho tiempo antes de que me pusiera frente a él, extrañaba su rostro y quería verle al venirse, a esta altura yo ya había terminado dos veces. Me acomodé, él se agacho un tanto, me volvió a penetrar, me agarró de las nalgas y me levantó por el cielo, con su miembro aun dentro de mi se inclinó hacia delante, lo rodeé con mis piernas para sentirla toda adentro, toda.


Su respiración cambió de ritmo, supe que se acercaba el momento. Me quité, me arrodillé y se la mame otra vez, me ayudé con las manos mientras él intentaba torpemente acariciarme los senos… seguí con su polla en mi boca, con mis labios la acariciaba y mi lengua recorría toda la distancia… me agarró la cabeza con fuerza y ahogado me dijo: ¡ya! Yo no paré, dejé que su leche me llenara la cara, lo quería así, era una fantasía que quería hacer y lo hice.


Su cuerpo agotado cayó sobre mí. Nos metimos a la piscina un rato y luego de despedirnos románticamente nos fuimos cada quien a su cuarto.


A la mañana siguiente no nos hablamos, el desayuno alborotado por los menores parecía un velorio para nosotros, traté de hablar con él pero me evadió.


No entiendo, me dijo y fue lo último que le oí decir antes del adiós. Así que esperaré al próximo paseo familiar a ver si ya maduró.


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Todo asombroso